Cabeza lobotomizada

sábado, 23 de febrero de 2008


Nos encontrábamos dando vueltas en un duna color blanco con los vidrios mas polarizados que vi en mi vida. El motor rugía de tal forma que parecía un tapir dando a luz y desde el asiento trasero se podía sentir el aroma dulce de la marihuana que escondíamos en la guantera; también llevábamos tres cajas de rivotril, una de alplax, un blíster de lottoqui, mucha cocaína, un par de tabletas de acido y dos ginebras. Toda esa porquería solo para tres personas: el conductor, la persona que me abastecía a su lado, y yo, mirando las mariposas que salían del techo, sentado en el asiento trasero.
El plan surgió cuando me llamaron para presenciar la apertura de un nuevo boliche donde probablemente iba a estar repleto de personas naif, intentando sentirse superiores por tener una mejor camisa o un mejor peinado y comprando bebidas de colores psicodélicos y olores totalmente extraños, demostrando un concepto y un estilo de vida que nunca llegaré a entender.

- No tendríamos que haber comprado tanta droga – dije, mientras el conductor se ahogaba con un lottoqui. En cambio su copiloto se encontraba dormido con la nariz blanca.
En la radio sonaba música indígena y la marihuana estaba haciendo efecto. En ese momento comencé a pensar – Esto va a terminar mal, ¿que hago acá?, ¡soy un estúpido!, ¡mierda, mierda, mierda! – por desgracia ya estaba todo escrito… la catástrofe estaba a punto de comenzar.





Mi idea era llegar lo antes posible, antes de transformarnos en unos demonios, pero el camino parecía interminable. Para cuando me di cuenta estaba introduciéndome la mitad de una tableta de acido en el ojo.
En ese momento el auto frenó abruptamente – ¿Que mierda? – dije, mientras el conductor bajaba del auto y mi dealer seguía dormido. – Tal vez encontró un cadáver sobre la ruta y quiere sacarle la glándula adrenal… - pensé. - No, no es eso, esta hablando con alguien – y ese alguien subió al auto y se sentó a mi lado.
Claramente era un amigo del conductor que necesitaba un aventón. Yo lo conocía, no personalmente pero si a través de mis fuentes. Sabía que era un drogadicto barato sin códigos ni moral, capaz que clavarle un cuchillo en los dientes a una anciana para robarle diez pesos o hacerlo solo por placer, sin necesidad de robar.
No recuerdo su nombre ni tampoco su cara, lo que si recuerdo era su mal aspecto, aspecto a un loco callejero que seguramente comía lo que encontraba en la calle o simplemente no comía – somos de mundos totalmente diferentes – pensé.
Que extraños los distintos puntos de vista de las personas… tal vez sea por sus padres o amistades, pero nunca llegaré a entender a los que se drogan para salir a robar, para buscar peleas o mejor dicho, expulsar únicamente malas vibraciones. Ese no es el motivo por el cual existen las drogas y por esta gente, simplemente por culpa de esta gente los normales miran a los drogadictos como ladrones desubicados sin rumbo ni aspiraciones, perdidos en el limbo, esperando que las drogas los consuman a ellos.


Todo iba bien hasta que comenzó a hablarme, no se porque motivo pero no podía entender ni una palabra de lo que me decía, tal vez me comentaba su opinión sobre el último libro de Murakami o tal vez sobre el paco que ingirió antes de subir al auto… nunca lo sabré. Recuerdo que agarré la botella de ginebra y tomé un trago largo y profundo hasta que me quemó el pecho. Obviamente el efecto del acido estaba llegando, afectando la mayoría de mis sentidos.
Cuando llegamos a la zona cercana de nuestro objetivo comencé a escuchar: - ¡¡¡ese hijo de puta me debe cinco pesos, y si no me los paga lo wa cuetia!!! ¡¡¡Lo wa cuetiaaa!!! -.
¡Oh dios mío! – Dije – ¿A dónde mierda vamos? - nadie me respondió. – ¡¡¡ A DONDE MIERDA VAMOOOSS!!!... – repetí. - Ehhh, vamos a buscar a un hijo de puta que le debe plata a mi amigo – dijo el conductor.
- ¡No no no, es imperativo que llegue al boliche! – pero nadie me prestó atención y fuimos a buscar a ese “hijo de puta”.
Dimos vueltas por toda la ciudad sin suerte, como buscando una aguja en un pajar.
Es imposible encontrar a una persona entre miles y sobre todo en el estado en el que estábamos. - Nunca lo vamos a encontrar – dije - es una perdida de tiempo - Pero en realidad es, que, en ese momento no podía buscar a nadie porque un enano estaba tratando de matarme para robarme los anteojos. - ¡Dios!, si me distraigo me corta el cuello” – pensé. Simplemente lo miraba, estudiaba sus hábitos, pero al mismo tiempo le tenía miedo, especialmente porque mis acompañantes estaban distraídos buscando a ese hijo de puta y no se dieron cuenta de que este enano estaba en el auto a punto de cortarme el cuello.

En ese instante mi cabeza comenzó a funcionar como la de un lobotomizado. Todo pasó muy rápido pero en cámara lenta. El auto frenó, alguien gritó: - ¡ahí está ese hijo de puta!- y todos se bajaron. Por la abrupta frenada el enano cayó al suelo y se desnucó con la palanca de cambio.
Pánico, descontrol, miedo y confusión fueron las sensaciones del momento. Para cuando me bajé del auto los gritos se hicieron más fuertes, la gente miraba asustada y confundida. Lo mas extraño es que no podía ver donde estaban mis compañeros, escuchaba los gritos pero no los veía. Me quedé cerca del auto… cuando de repente escuché un estruendo tan fuerte que sentí un amortiguamiento en todo el cuerpo. En ese instante el miedo se apoderó de mi por completo, de tal forma que recobré mis sentidos y pude ver a una persona tirada en el piso tomándose su estomago lleno de sangre y todos mis secuaces a su alrededor.
La gente del lugar estaba totalmente descontrolada, gritos por doquier, todo el mundo se aproximaba a observar el aberrante hecho. Mi primera reacción fue ir a divisar lo que pasaba, pero el miedo controlaba todo mi cuerpo, tanto que mis piernas comenzaron a moverse hacia otra dirección. Comencé a caminar a un paso abrupto en sentido contrario a la tragedia – ¡Dios mío!, ¡Dios mío!, ¡Dios mío¡– me decía a mi mismo. – Este es mi fin… si, la policía va a llegar, los testigos me describirán, yo estaba en el auto con ellos, es mi fin, si… es mi fin-.

Los gritos aun resonaban en mi cabeza, mis pies seguían moviéndose mientras chocaba contra la multitud que se dirigía al hecho. Di vuelta en una esquina, crucé por una cantidad de bares repletos en donde todo el mundo estaba parado y preguntándose que fue ese ruido. Seguí caminando por lo menos cuatrocientos metros siempre mirando al piso hasta que todo se calmo, el silencio y la oscuridad invadieron mi entorno. Todo había terminado…







Saqué un cigarrillo del bolsillo, y lo fumé en tres segundos. - Tranquilo, tranquilo. Nadie te vio eso es seguro, no te van a reconocer, eres un periodista… Si, eso es, pasaste por ahí y estabas tomando notas del hecho, nada más, fue pura coincidencia-. Al pensar esas palabras me sentí mucho mas tranquilo, pero me di cuenta de que no estaba pensando, ¡estaba hablando! y la gente que transitaba por ese lugar me miraba como un loco psicótico que acompañaba a asesinos en autos blancos con vidrios extremadamente polarizados.
-¡Mierda! – dije, y me puse en marcha. Obviamente el acido seguía en mi organismo.
Continué caminando hasta que llegué a un lugar repleto de gente, repleto de luces y repleto de glamour. El destino se había topado conmigo. Entonces pensé: - No tengo ánimos para hacer una entrevista pero seria un buen lugar para esconderme ya que la policía anda buscándome -. Así que me tragué la otra mitad de acido que me quedaba, aspiré un poco de cocaína y entré.

Tuve problemas en la puerta porque los gorilas golpeadores de ebrios no creían que yo era un periodista y que la razón por la cual estaba ahí era hacer una entrevista ya programada, por lo tanto me hicieron esperar hasta encontrar al dueño del lugar. Cuando volvieron con la buena noticia me dejaron ingresar sin problemas - ¡Esa no es la manera de tratar un doctor! – les dije e ingresé.
Todo estaba oscuro, repleto de gente saltando al ritmo de una música espacial, psicodélica, con sonidos y voces que nunca llegaré a comprender.
Otra línea de coca y me acerqué a la barra. “un mescal con maní” – le dije al bartender. Por supuesto que el no conocía eso, por lo que me conformé con un whisky doble.
Ya se había esfumado del cerebro el incidente de mis “amigos” que fue sustituido por el efecto del acido. Mientras mas acido ingieras, mas rápido es el efecto…




- Aquí me encuentro… dentro de un boliche lleno de sonidos y luces extrañas, tomando un whisky doble y con la cabeza llena de acido. ¿Qué hago ahora? – pensé. Lo que tengo que hacer es una crítica de este nefasto lugar. - ¿Como comienzo? La música: no la entiendo. Las luces: no las comprendo. El espacio: es absurdo. La bebida: es buena y… -¡¡¡Oh dios mío!!! – dije. Fue lo mas extraño, asqueroso, repulsivo y delirante que vi en mi vida. Sabía que iba a llegar pero nunca de una manera tan abrupta. - ¿Que tan morbosa es mi mente para jugarme tan sucio? -
Una mujer de mediana edad estaba dando a luz en la barra donde yo tomaba tranquilamente mi whisky. Lo peor es que nadie la ayudaba, estaba sola, ni una triste mirada, una indiferencia total.
Quise acercarme a ayudarla pero en ese momento la cabeza del bebe salió abruptamente, siguió su torso y sus piernas hasta que cayó en la barra. Obviamente la esta se encontraba llena de liquido amniótico y sangre, por lo que el bebe resbaló y se estrelló contra el suelo destrozándose la cabeza como si fuese una taza de porcelana. - Tranquilo Alan, eso no pudo haber pasado, es totalmente incoherente, totalmente irreal, todo lo está creando tu cabeza. Descuida ya pasará, ignora esa terrible alucinación- .
Pero la mujer comenzó a gritar -¡¡¡Mi bebeee!!!, ¡¡¡que alguien ayude a mi bebe!!! -.
Y yo la seguí con mis gritos: - ¡¡¡UN DOCTOOOR!!!, ¡¡¡ACA NECESITAMOS UN DOCTOOOORRR!!!-.
Desgraciadamente para cuando me di cuenta los gorilas me llevaban de los brazos hacia la salida, donde fui arrojado unos ocho metros.







Extraños recuerdos sulfatan mi cabeza ametralla por drogas psicodélicas en esta noche de sábado, intentando descifrar si todo lo que paso, ¿fueron delirios o realidades crueles de un mundo aun mas cruel? Un mundo tan cruel que si te encuentras en el debido momento y en el debido lugar, puedes vivir las horripilantes experiencias vividas por mí, pero sin la necesidad de usar alucinógenos. No lo se y no lo sabré hasta dentro de dos semanas al menos.
Extraña era en la que vivimos, después de haber sido cómplice de un asesinato, ver morir a un enano y a un bebe… “Alboroto y desacato en un boliche top”.
Extraños recuerdos que inundan mi alma cayendo como gotas en una tormenta torrencial que nunca se detendrá, ahogándome de sentimientos adyacentes.
Drogas y purificación: dos puntos contrarrestantes en mi vida, el ying y el yang, demonios y ángeles. Simples palabras que probablemente nunca llegaré a entender. Podría dictar de memoria como es el preparado exacto y preciso de la cocaína, podría describir la sensación al pié de la letra de cada tipo de marihuana, pero no podría expresar lo que significa la droga para mí.
Algún día respetaré el equilibrio que necesito. Algún día descubriré el sentido de todo esto...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno..

Anónimo dijo...

Mira, la verdad que me parece una mala idea esto del periodismo GONZO.... me parece que tus escritos son basura... pero por otro lado, tenes talento como escritor, tu redaccion es bastante buena, o sea que si te dedicaras a escribir novelas, cuentos, que no impliquen total falta de coherencia entre una linea y otra quizas tengas mucho exito :)... salu2

Anónimo dijo...

jajaja loco q buena historia sinceramente concuerdo con este q escribio antes de q tenes talento como escritor pero q no te diga q hacer de tu vida vos hace lo q te paresca y usa tu don de escritura como desees ^^

Anónimo dijo...

Miedo y asco en las vegas.

Martin Correa dijo...

Una mujer de mediana edad estaba dando a luz en la barra donde yo tomaba tranquilamente mi whisky.Alboroto y desacato en un boliche top”.

Tremendo vuelo Alan !