¿Cómo continuar?

viernes, 3 de octubre de 2008

Cuatro murallas de mil doscientos metros cuadrados que albergan a las personas mas peligrosas que existen… animales rabiosos criados en la selva completamente solos, sobreviviendo al extremo, destrozando todo aquello que se les cruce, incautados por el bien de la sociedad. ¿Mi misión? Tratar de entender que los introduce a implementar este comportamiento tan rabioso, tan enfermo y tan salvaje.
Un comportamiento propiamente humano, nuestro; no tan diferente al tuyo, al mío… Sin embargo, nos diferenciamos por una cualidad sobresaliente sobre ellos, una cualidad no tan difícil de obtener, por el hecho de haber nacido con ella. Esta cualidad llamada control o autocontrol nos separa de este grupo de marginados por la sociedad, marginados por la ley y marginados por la justicia. Obviamente en estos tiempos todos somos de algún modo marginados, y aunque no lo crean, hasta yo me siento de esta manera, un antisocial por decisión propia, por vivir en una era que no entiende el espíritu ni la mentalidad de la libertad, el amor y las drogas…
Todo comenzó tres semanas atrás, cuando llamaron de la base para asignarme esta misión. Yo me encontraba internado en un hospital psiquiátrico por algo que no recuerdo. Según el reporte médico, tuve un episodio psicótico paranoico alucinatorio, pero la verdad es que me querían atrapar para entregarme a los nazis; por lo tanto tomé la súbita decisión de escaparme.
En ese lapso tuve la oportunidad de reflexionar sobre mi estilo de vida, por la cual me sentí orgulloso. Mi carrera periodística está saliendo a flote y mi planta estaba creciendo. Lo único preocupante en este momento es la desaparición de mis compañeros de juerga, no porque los extrañara, solo porque son un buen material, cada aventura con ellos era una excelente historia… La soledad se hace notar en estos momentos.

Obviamente es imposible pasar algún tipo de alucinógeno a este nefasto sitio, ergo, inhalé una línea de ketamina por un orificio, y una línea de coca por el otro, - Gracias a Dios no tengo tres- pensé, - Probablemente estaría con una sobredosis -.
Al llegar a mi objetivo comencé a temblar, el aroma a miedo se podía apreciar a veinte cuadras. No estoy acostumbrado a trabajar de esta manera, totalmente sobrio excepto por la línea de ketamina y el whisky que estoy tomando. Sin hoteles para destrozar y sin compañeros que arruinen mi día.
- Ok, ok… es hora de trabajar -.


Para cuando bajé del auto un fuerte mareo me subió a la cabeza. -¡Gracias Dios!- me dije, y seguí caminando hasta una puerta de acero reforzado. Por suerte unos policías estaban esperando mi llegada así que no tuve problemas en el ingreso. Me pidieron una identificación, luego me saludaron cordialmente y me hicieron pasar.
Esa puerta me dirigió a otra puerta, más pequeña, pero del mismo material que la anterior. Detrás de esta, había un pequeño escritorio y muchos uniformados; el aroma a cigarrillo barato y la música ordinaria apestaban.
Tomé asiento y esperé… esperé tal vez cuarenta minutos, tal vez cincuenta…
En ese momento un oficial de rango superior me llevó hasta una habitación mugrosa y húmeda, con solo una mesa de madera en su interior.
En unos instantes me sentí violado, lo que pasó dentro no fue una requisa, fue una orgía, en la cual no me apeteció participar. Un roce erótico con aroma a transpiración para concluir en un forcejeo por tener una pastilla de codeína en mi bolsillo.
- Es recetada-, le dije al policía homosexual, pero no me escuchó. -Es recetada, me la dio el doctor gonzo - repetí, pero siguió sin escucharme y se fue.
A los cinco minutos llegó con el oficial de mayor rango, este le dio la orden de retirada al gay y me dijo: -Conocemos su reputación señor Bomczuk, estamos al tanto de todo lo que hace, y estamos al tanto de que su personaje es muy conocido en los medios… Así que haremos lo siguiente; yo le guardo la pastilla, usted hace su trabajo, y cuando se retire, se la devolvemos. Solo tendrá que firmar unos papeles, aclarando que usted la trajo, nada más-.
- Es un buen trato-, le dije. Obviamente no me pondría a discutir con este oficial, puesto que me encontraba en una posición defensiva.
Por lo tanto firmé esos famosos papeles, encendí un Marlboro Light y comencé mi labor…
La imagen mental de las entrevistas era en una sala, con un vidrio reforzado dividiendo mi ambiente con el de ellos, hablando a través de esos telefonitos llenos de microbios, ¡pero no! Tenía acceso total a sus celdas, sus sectores, sus baños, sus patios, a sus pequeños mundos particulares. Era momento de convertirme en un de ellos.
Mi primera victima o victimario fue un señor, como de setenta y cinco años, cabellera totalmente blanca, alto, con la frente en alto, “totalmente en control”. Su nombre era Rogelio Paz, profesor de lengua en su mundo, profesor de literatura en el nuestro.
Comenzó con la primera palabra, presentándose de forma cordial y atenta; mi respuesta fue la misma, de esta manera comencé con mi entrevista.
-¿Por que está acá?, ¿Que hizo?, ¿Hace cuanto tiempo?, ¿Que piensa del exterior?, ¿Cuantas veces a la semana se masturba?.... -
Sus respuestas fueron claras y concisas. Había matado a un ladrón por defender a su esposa, hecho ocurrido hace 30 años. Su condena fue de 45, “Homicidio culposo”. La amada esposa, después de dos largos años lo abandonó, -la entiendo a la perfección - fueron sus palabras.
Podía ver en sus ojos sed de venganza. Venganza contra un sistema imperfecto, burdo y hasta absurdo. Su objetivo era salir, asesinar a algún juez burocrático, y terminar con su propia vida, con eso quedaría satisfecho.
Como el podía entender a su ex esposa, yo podía entenderlo a el, en su caso haría exactamente lo mismo.
Por desgracia, Rogelio tenía que dictar unas clases, así que mi primera entrevista finalizó.
Mi segunda víctima/victimario era un joven de veinte años, llamado Estaban Cruz. Totalmente loco, mató a 4 niñas, estando muertas, las violó, luego las cortó en trocitos y las tiró a la basura.
La policía pudo atraparlo porque en un trozo de piel estaba escrito su nombre.
Al comenzar la entrevista, me dijo de forma alterada -¡yo no lo hice! -, (paranoia total).
Me pidió un cigarrillo, y comenzó a explicar. - Ellas se burlaban de mí, pero nunca les hice nada, en cambio, Jesús me habló, porque yo soy como Moisés-.
Mi única reacción fue seguir escuchando… -La verdad no me había dado cuenta, pero estando acá dentro, todo fue mas claro. Mi misión es llevar a la gente pura al cielo, ese es mi trabajo, ese… -.
Continué escuchando…
-Esas niñas eran demasiadas puras, no pertenecían a este lugar, por eso las llevé -.
Preguntar: -¿entonces por que las violaste? - Fue mi mayor error. Comenzó a gritar cosas sobre el Apocalipsis, el día final y otras sandeces…
-Es una persona -, pensé, -por mas loco, paranoico o sediento de sangre que pueda estar una persona, sigue siendo una persona. Y aunque no lo demuestren, no carecen de sentimientos, sueños, esperanzas, miedos, gustos personales… una vida, tal vez común y corriente, tal vez no…-.
La esperanza continúa en mí, continúa en ellos, continúa en la justicia y continúa en el gobierno.
Pero… ¿Como continuar cuando llevamos a cabo nuestras tareas cotidianas, formando una vida para nuestras futuras generaciones, respetando y obedeciendo todo lo que nos imponen, aportando para el bienestar? Si en cualquier momento del día, volviendo del trabajo tal vez, un pendejo de quince años te apuñala para robarte el celular. ¿Como continuar?
Cuando todo lo que llegaste a formar, se tira por la borda en ese simple momento… ¿Como continuar?...